"Perdóneme, señor. No fue mi intención" Las ultimas palabras de la REINA 👑

Hoy recordamos a María Antonieta (1755–1793), reina consorte de Francia, como símbolo del lujo y decadencia monárquica previa a la Revolución. Tras esa imagen, hubo una mujer criada en la rígida corte de Viena, sin libertades pero con expectativas reales. Esto la llevó a casarse con el delfín Luis XVI (16 de mayo de 1770; ella 14 años, él 15).
Fue un arreglo político Austria-Francia para sellar una alianza. El matrimonio fue incómodo: Luis XVI, tímido y desinteresado en la intimidad, tardó 7 años en consumarlo (1777), generando rumores de infertilidad y burlas. Con los años, desarrollaron estabilidad y tuvieron 4 hijos; solo María Teresa y Luis Carlos sobrevivieron.

Pero no solo su papel como esposa fue complejo: la corte de Versalles era extremadamente decadente y rígida, algo a lo que no siempre se adaptó. Desde su llegada a Versalles, la prensa y los panfletos revolucionarios la atacaron sin piedad:

La acusaron de arruinar las finanzas de Francia con sus gastos en vestidos, joyas y fiestas (aunque el déficit venía de guerras y mal manejo económico previo). La describían como una mujer libertina, amante de hombres y mujeres, incluso de su propio hermano.

Se difundió el mito de que dijo «¡Que coman pastel!» ("Qu’ils mangent de la brioche!"), una frase que nunca pronunció.

El 16 de octubre de 1793, tras ser condenada a muerte por «traición» durante el Reinado del Terror, María Antonieta fue guillotinada en la Place de la Révolution (hoy Place de la Concorde). Al subir al cadalso, tropezó accidentalmente con el verdugo, Henri Sanson. Sus últimas palabras fueron:
« Pardonnez-moi, monsieur. Je ne l’ai pas fait exprès. »
(« Perdóneme, señor. No fue mi intención. »)

Este momento revela dos aspectos clave de su personalidad:

1. La educación cortesana que nunca abandonó
Incluso frente a la muerte, mantuvo los modales refinados inculcados desde niña en Viena.

2. Una dignidad inesperada
Lejos de la frivolidad que se le atribuía, enfrentó su destino sin súplicas ni histeria, como un acto de resistencia silenciosa.

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Reflexión Final

Apodada « Madame Déficit » y acusada de todos los excesos, su muerte humanizó su leyenda. Aquella frase de disculpa final —cortés y serena— contrastó con la violencia revolucionaria. Sugiere que, más allá de sus errores, nunca dejó de ser hija de la realeza, incluso cuando Francia dejó de verla como su reina.

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