En la mayoría de los países, la caída de una monarquía suele venir acompañada de revoluciones sangrientas, juicios sumarios y un pueblo clamando por la cabeza de sus reyes, por ejemplo la Revolución Francesa en la que el pueblo masacro a la realeza o la ejecución de Carlos I en Inglaterra que termino momentáneamente la monarquía.
Pero Brasil es diferente, fue la Monarquía más estable de América, cayó, pero... No hubo multitudes clamando por la república, no hubo estallidos populares, apenas un golpe militar frío y silencioso. Y lo más curioso: el emperador Pedro II seguía siendo profundamente querido.
El imperio que nadie odiaba
Mientras en el resto de América las monarquías habían desaparecido entre guerras y revoluciones, Brasil conservaba un trono sólido. Pedro II era culto, políglota y amante de la ciencia, en parte por eso el pueblo lo veía como un símbolo de unidad y progreso, no como un tirano ni un conquistador. Lo apodaban “el Padre del Pueblo”. Sin embargo, esa misma figura que inspiraba respeto y afecto no logró sostenerse frente a la ambición de las élites.
La caída sin gritos

La gran paradoja de Brasil
La abolición de la esclavitud (1888), firmada por la princesa Isabel, dio libertad a millones de personas ,🎭 pero encendió el resentimiento de los terratenientes que habían perdido su mano de obra gratuita.- Los militares, influidos por ideas republicanas, vieron su oportunidad de poder.
- Y un emperador cansado, que incluso decía que preferiría ser maestro en Europa, ya no tenía fuerzas para resistir.
El resultado fue una paradoja histórica: la república nació sin aplausos y la monarquía murió querida.

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